Antinatalistas: el movimiento que busca acabar con la especie humana

Reproducimos este artículo por su carácter antitético

Gemma Orozco tiene 25 años, se gana la vida como técnica informática, vive en Lérida con Marc, su pareja, y desde que era niña siempre ha tenido una cosa clara, muy clara: que no quería traer hijos al mundo. «Considero que tener un hijo es un acto egoísta que responde sólo a los intereses de los progenitores», dice antes de exponer uno de los principales argumentos del antinatalismo, el movimiento que se opone a la reproducción y nacimiento de nuevos seres humanos. «Vivir es sufrir, y quien no existe no sufre. Soy antinatalista desde que tengo uso de razón».

Así que, hace tres meses Gemma se hizo una ligadura de trompas en una clínica privada. «Y estoy encantada», subraya.

Ya hace un par de años, cuando tan sólo tenía 23, estaba tan convencida de que no quería tener descendencia que acudió a la Seguridad Social y pidió que le esterilizaran. «Me dijeron que no, que para poder hacerlo tenía que tener al menos 35 años y dos hijos». Y lo mismo escuchó Marc, su pareja, también antinatalista, cuando fue a la sanidad pública reclamando que le practicaran una vasectomía. Pero como el seguro privado de salud de Gemma sí que cubre la esterilización, en octubre se plantó en la consulta de una ginecóloga y le expuso todos sus motivos para desear ligarse las trompas.

«No sólo le conté mis reparos éticos y morales ante la idea de traer al mundo a una persona sabiendo de antemano que iba a sufrir», cuenta. «También le expliqué mis argumentos ecológicos: el nuestro es un mundo superpoblado en el que sobra gente, en el que la industria ganadera es una de las principales responsables del cambio climático y de la deforestación, no es razonable traer a un nuevo ser humano. Por no hablar de los motivos políticos: vivimos bajo un capitalismo terrible y despiadado y tener un hijo significa darle un nuevo esclavo al sistema, darle más carne de cañón. Y, para concluir, le indiqué mis razones personales, le expliqué que tener un hijo es algo que no entra en mi proyecto de vida. Me entendió y accedió a hacerme la ligadura de trompas. Estoy encantada».

De momento, los antinatalistas son pocos y suelen ser vistos como bichos raros en una sociedad que tiende a sublimar la maternidad. Sin embargo, no dejan de crecer. Un estudio realizado en julio de 2016 por el demógrafo Pau Miret desveló que en España uno de cada cuatro hogares está formado por parejas sin hijos. Obviamente, eso no significa que todas esas parejas sean antinatalistas. Ni siquiera una parte significativa, pero quizá sí cientos o, más bien, miles.

«Yo creo que somos muchos, yo conozco a un montón, lo que ocurre es que no se habla del tema», afirma Audrey García, otra antinatalista, también esterilizada. De hecho, ella tenía una página web, ya cerrada, en la que hacía campaña por sus creencias. «Que yo sepa al menos 14 personas decidieron esterilizarse tras consultar mi página», asegura.

Anabel Roselló, portavoz del Instituto de Medicina Sexual de Madrid, confirma que por su clínica privada de Madrid ya han visto pasar a unos cuantos antinatalistas. «Hemos tenido casos de pacientes jóvenes que han decidido esterilizarse porque consideran que ya hay demasiados niños en el mundo y que, en caso de querer tener descendencia, es mejor adoptar que traer nuevos seres humanos», asegura.

Los antinatalistas cuentan incluso con su propio ideólogo y gurú: David Benatar, director del departamento de Filosofía en la Universidad de Ciudad del Cabo en Sudáfrica y autor, entre otros, del libro Better Never to Have Been (Mejor no haber existido nunca). La obra se abre con la siguiente dedicatoria: «A mis padres, a pesar de haberme dado la vida».

«Hay muchas y buenas razones para ser antinatalista», asegura Benatar a Papel. «Una de ellas es que la existencia humana conlleva mucho dolor y sufrimiento y por eso mismo es un error traer nuevos seres humanos al mundo».

-En la vida también hay cosas buenas, ¿no?

-Sí, es verdad, pero no valen la pena ante el dolor de las muchas cosas malas. Piense en cómo muere la gente, piense en el cáncer, en las enfermedades infecciosas, en las dolencias... Hay mucho sufrimiento en la vida, mucho.

Benatar desearía que el antinatalismo triunfara hasta el punto de que la humanidad se extinguiera. Y sus acólitos españoles le respaldan. «Hablar de extinción de la especie humana puede parecer muy fuerte, pero somos algo nefasto», opina Audrey García, responsable de comunicación de una fundación de arte urbano de Barcelona. «Extinguimos animales, destrozamos el medio ambiente, no paramos de pelearnos. Y también es innegable que por el hecho de nacer uno va a tener que hacer frente al sufrimiento, como mínimo al sufrimiento y el miedo que conlleva la muerte».

-Acaso se arrepiente de haber nacido?

-No, pero creo que no nacer, no percibir nada, no sentir el sufrimiento que conlleva vivir, no está mal.

¿Egoístas por no procrear?

Los antinatalistas están hartos de oír los mismos reproches: que no quieren hijos por motivos egoístas, por no querer renunciar a una buena vida sin ataduras ni responsabilidades. «No querer hijos no es egoísta», afirma Audrey. «Crear alguien que no ha pedido nacer sí que lo es. Quien no nace no sufre daño alguno ni se pierde nada, porque no existe. La decisión de tener hijos -si son deseados, que no siempre es el caso- responde a intereses de otras personas. El planeta está lleno de niños sin familia, no es justo traer más al mundo cuando se puede adoptar. Decidir traer niños a este mundo no es una decisión de amor. No se ama a quien no está ni siquiera concebido. Se traen porque la gente tiene ganas de ello. Y punto. Eventualmente, se les quiere luego».

Audrey tiene 39 años y hace justo algo más de cuatro decidió esterilizarse. Recurrió a Essure, un método anticonceptivo permanente e irreversible basado en la obstrucción tubárica, que se realiza mediante una operación muy rápida de unos 15 minutos sin anestesia. Para ser esterilizada, también fue a la Seguridad Social, cargada de razones y con una historia falsa preparada por si al médico de turno no le bastaba con sus argumentos. «Pensaba contarle que tenía ya dos hijos y que con la crisis no me podía permitir tener ninguno más», confiesa. «Hasta me metí en la cartera fotos de los hijos de unos amigos, para darle más credibilidad al relato».

Para su sorpresa, no hizo falta recurrir a patrañas ni a engaños. «El médico no me preguntó nada, no me dijo nada. Supongo que, entre otras cosas, porque entonces ya tenía 34 años. Las menores de 30 sí que tienen muy difícil esterilizarse por la Seguridad Social. Conozco gente que ha tenido que acudir a clínicas privadas porque en la sanidad pública se negaban. Estás a merced del médico que te toca, es una lotería. Es vergonzoso que al final sea un médico el que decide sobre el cuerpo de una mujer adulta, cuando no somos máquinas de tener hijos. Igual que se puede abortar de manera legal y segura, una mujer debería poder esterilizarse en esas mismas condiciones».

Muchos son veganos

Uno de los principales motivos que llevaron a esterilizarse a Audrey, quien como Gemma es vegana y defensora de los derechos de los animales, es el ecologista: «Imaginemos que tengo dos hijos, quienes a su vez tendrán otros dos hijos cada uno. En unos 70 años de vida habrán contribuido a matar, como mínimo a 37.800 animales. Como mínimo. Y así generación tras generación. Yo no quiero ser responsable de estas muertes».

Los argumentos ecológicos son también uno de los pilares ideológicos del Movimiento por la Extinción Voluntaria de la Raza Humana (VHEMT, según sus siglas en inglés), nacido en 1991en Estados Unidos y, como su propio nombre indica, aboga por que las personas dejen de reproducirse para provocar de ese modo la desaparición gradual de la humanidad.

Mara Rodríguez es fotógrafa y tiene 26 años, a punto ya de cumplir los 27. Es de Almería, pero lleva cinco años viviendo en Barcelona. «Es algo que tengo claro desde que era niña. No quiero hijos. No van conmigo, con mi proyecto de vida, no los quiero», recalca. Sus motivos son fundamentalmente personales, pero asegura que es imposible no compartir los principios básicos del antinatalismo. «Estoy de acuerdo con que la especie humana es monstruosa y está causando un daño irreparable a otras especies y al planeta», sentencia.

Mara también acudió a su centro de la Seguridad Social pidiendo que la esterilizasen, pero no lo consiguió. «Me pusieron muchísimos problemas. Me dijeron que era muy joven, que tendría que tener al menos 35 años para solicitar ese tipo de intervención. Me sentí maltratada, humillada, como si yo no fuera mayor de edad y no tuviera derecho a decidir sobre mi propio cuerpo».

Pero Mara no piensa renunciar a sus ideas. Va a esterilizarse en una clínica privada, va a gastarse unos 1.900 euros en lograr su sueño. «En 2018 me esterilizo seguro. Llevo demasiado tiempo deseándolo y ahora tengo algo de dinero ahorrado».

En el caso de Gemma, sus personas de máxima confianza, como sus amigos y su familia más cercana, han entendido perfectamente su decisión. Eso sí, aún tiene que «aguantar» que la tachen de «tonta» porque «cuando sea vieja va a verse sola. «Tener un hijo por ese motivo, para que te cuide durante la vejez, sí que me parece egoísta» sentencia. «Cuando no quieres tener un hijo te cuestionan, pero cuando alguien lo tiene no se pregunta nada».

Pese a lo contundente de su discurso, los antinatalistas son conscientes de que su utopía de que se autoextinga la especie humana es algo inalcanzable en la práctica. El propio gurú David Benatar no es ningún ingenuo al respecto: «No, no creo que todos los seres humanos dejemos de reproducirnos, ni siquiera a gran escala. Creo que habrá algunos individuos que decidan no procrear. De hecho ya conozco a bastantes de ellos. Pero considero que el antinatalismo puede tener éxito a pequeña escala. Y aunque sea a pequeña escala es importante, porque significa que se le ahorrará sufrimiento a mucha gente por no traerla al mundo».

¿Y si luego quieren ser padres?

¿Por qué optan los antinatalistas por algo tan radical e irreversible como la esterilización? Quizá algún día quieran tener hijos y se lamenten de haber tomado esa decisión tan drástica... «Me parece muy improbable que me arrepienta de haberme ligado las trompas, los motivos éticos que me han llevado a hacerlo son muy importantes», subraya Gemma. «Soy incapaz de concebir que mis ideas al respecto puedan cambiar. En cualquier caso, siempre tengo opción de adoptar o de someterme a una fecundación in vitro, aunque descarto recurrir a esta última».

«Puede ocurrir que me arrepienta, no lo sé», admite Audrey. «Esterilizarme es una decisión irreversible, sí. Pero tener hijos también. Me parece increíble que los que no queremos reproducirnos tengamos que justificarnos tanto. Habría que preguntar a las personas que tienen hijos si se arrepienten de haberlos tenido», se queja. De hecho, ahí está 'Madres arrepentidas', un libro publicado en España hace poco más de un año entre grandes polémicas. En él, la socióloga israelí Orna Donath recogía el caso de 23 mujeres que, pasado el tiempo, deploran su decisión de haber sido madres. «Yo no me voy a arrepentir, en absoluto, estoy completamente segura», enfatiza Mara. «Para mí es justo al revés: lo que no entiendo es que alguien quiera tener hijos».

elmundo.es 17 ene. 2018


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