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La esperanza
cristiana
como fuerza
de los mártires

 

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La oposición el Reino de Dios

Hoy reflexionamos sobre la esperanza cristiana como fuerza de los mártires. Cuando, en el Evangelio, Jesús invita a los discípulos en misión, no les ilusiona con espejismos de éxito fácil; al contrario, les advierte claramente que el anuncio del Reino de Dios conlleva siempre una oposición.

Desde el principio Jesús les pone frente a esta realidad: de manera más o menos fuerte, la confesión de la fe acaece en un clima de hostilidad

Usa una expresión extrema: «Seréis odiados —odiados— de todos por causa de mi nombre» (Mateo 10, 22). Los cristianos aman, pero no siempre son amados.

Caminar en dirección contraria

Los cristianos por ello son hombres y mujeres “contracorriente”. Es normal: ya que el mundo está marcado por el pecado, que se manifiesta en varias maneras de egoísmo y de injusticia, quien sigue a Cristo camina en dirección contraria.

Ir contracorriente no por el espíritu polémico, sino por fidelidad a la lógica del Reino de Dios, que es una lógica de esperanza, y se traduce en el estilo de vida basado en las indicaciones de Jesús.

Un cristiano que no sea humilde y pobre, desinteresado ante las riquezas y el poder y sobre todo desinteresado de sí mismo, no se parece a Jesús

Y la primera indicación es la pobreza. Cuando Jesús envía a los suyos en misión, ¡parece que pone más cuidado en “despojarles” que en “vestirles”!

Recorrer el camino con lo esencial

La persecución no es una contradicción al Evangelio, sino que forma parte de él: si han perseguido a nuestro Maestro, ¿cómo podemos esperar que nos sea evitada la lucha?

El cristiano recorre su camino en este mundo con lo esencial para el camino, pero con el corazón repleto de amor. La verdadera derrota para él o para ella es caer en la tentación de la venganza y de la violencia, respondiendo al mal con el mal.

La única fuerza del cristiano es el Evangelio. En los tiempos de dificultad, se debe creer que Jesús está delante de nosotros, y no cesa de acompañar a sus discípulos.

Nada es invisible ante los ojos de Dios

Pero en medio del torbellino, el cristiano no debe perder la esperanza, pensando en haber sido abandonado. Jesús nos tranquiliza diciendo: «Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados» (Mateo 10, 30).

Los cristianos entonces deben ser no perseguidores, sino perseguidos; no arrogantes, sino dóciles; no vendedores de humo, sino sometidos a la verdad; no impostores, sino honestos

Ninguno de los sufrimientos del hombre, ni siquiera los más pequeños y escondidos, son invisibles ante los ojos de Dios. Dios ve, y seguramente protege; y donará su recompensa.

Los mártires no viven para sí

Esta fidelidad al estilo de Jesús —que es un estilo de esperanza— hasta la muerte, será llamada por los primeros cristianos con un nombre bellísimo: “martirio”, que significa “testimonio”.

Había muchas otras posibilidades, ofrecidas por el vocabulario: se podía llamar heroísmo, abnegación, sacrificio de sí. Y en cambio los cristianos de la primera hora lo llamaron con un nombre que perfuma de discipulado.

Los mártires no viven para sí, no combaten para afirmar las propias ideas, y aceptan tener que morir solo por fidelidad al Evangelio.

Al final, sólo la caridad

Lo dice muy bien Pablo en el himno a la caridad: «Aunque partiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha»
(1 Corintios 13, 3)

El martirio no es ni siquiera el ideal supremo de la vida cristiana porque por encima de ello está la caridad, es decir, el amor hacia Dios y hacia el prójimo.

Repugna a los cristianos la idea de que los terroristas suicidas puedan ser llamados “mártires”: no hay nada en su fin que pueda acercarse a la actitud de los hijos de Dios.

La fortaleza de ser sus testigos

Esta fortaleza es el signo de la gran esperanza que anima a los mártires: la esperanza cierta de que nada ni nadie les podía separar del amor de Dios que nos ha sido donado en Jesucristo

A veces, leyendo las historias de los muchos mártires de ayer y de hoy —que son más numerosos que los mártires de los primeros tiempos—, permanecemos estupefactos ante la fortaleza con la cual han afrontado la prueba.

Que Dios nos done siempre la fortaleza de ser sus testigos. Nos done el vivir la esperanza cristiana sobre todo en el martirio escondido de hacer el bien y con amor nuestros deberes de cada día.

 

Papa Francisco. Audiencia general. 28 de junio de 2017


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