imagen imagen imagen imagen imagen imagen imagen imagen imagen imagen imagen

La buena gente

No puedo aprender a amar a mi prójimo como a mi mismo hasta que no aprenda a amar a Dios.

Y no puedo aprender a amar a Dios salvo aprendiendo a obedecerle.

Y así llegamos a algo más interior... de los asuntos sociales a los asuntos religiosos.

La gente a menudo piensa en la moral cristiana como una especie de trato en el que Dios dice:

Si guardáis una serie de reglas os recompensaré, y si no las guardáis haré lo contrario.

Yo no creo que ésta sea la mejor manera de considerarla.

Preferiría con mucho decir que cada vez que hacéis una elección estáis transformando lo que sois en algo ligeramente diferente de lo que erais antes.

Y considerando vuestra vida, a lo largo de toda ella os estáis transformando en una criatura celestial o en una criatura infernal:

- en una criatura que está en armonía con Dios, con las demás criaturas y con sí misma, o

- en una que está en un estado de guerra con Dios, con sus congéneres y con ella misma.

Ser la primera clase de criatura es el cielo: es alegría, y paz, y conocimiento y poder.

Ser la otra clase de criatura significa la locura, el horror, la imbecilidad, la rabia, la impotencia y la soledad eterna.

Cada uno de nosotros, en cada momento, progresa hacia un estado o hacia otro.

Recordad que la dirección correcta lleva no sólo a la paz sino al conocimiento.

Cuando un hombre se va haciendo mejor, comprende cada vez con más claridad el mal que aún queda dentro de él.

Cuando un hombre se hace peor, comprende cada vez menos su maldad.

Un hombre moderadamente malo sabe que no es muy bueno: un hombre totalmente malo piensa que está bastante bien.

Esto, después de todo, es de sentido común.

Comprendemos el sueño cuando estamos despiertos, no mientras dormimos.

Podemos comprender la naturaleza de la borrachera cuando estamos sobrios, no cuando estamos borrachos.

La buena gente conoce lo que es el bien y lo que es el mal; la mala gente no conoce ninguno de los dos.

Fin

Fuente: C.S. Lewis, Mero cristianismo