La fe y los estados de ánimo

Si la mente humana acepta una vez que algo es verdad seguirá automáticamente considerándolo como verdad, hasta que aparezca alguna buena razón para reconsiderarlo.

De hecho, asumía que la mente humana está completamente regida por la razón.

Pero esto no es así.

No es la razón lo que me despoja de mi fe: por el contrario, mi fe está basada en la razón.

Son mi imaginación y mis emociones.

La batalla es entre la fe y la razón por un lado y la imaginación por el otro.

Supongamos que la razón de un hombre decide una vez que el peso de la evidencia está a favor del cristianismo.

Llegará un momento en el que haya una mala noticia, o tenga un problema, o esté viviendo entre personas que no creen en el cristianismo.

De pronto sus emociones se rebelarán y empezarán a bombardear su creencia.

Y una vez más sus deseos y aspiraciones se rebelarán contra él.

No estoy hablando de momentos en los que aparezcan auténticas razones en contra del cristianismo.

Estoy hablando de momentos en los que un simple cambio de humor se rebela contra él.

La fe es el arte de aferrarse a las cosas que vuestra razón ha aceptado una vez, a pesar de vuestro cambios de ánimo.

Ya que el ánimo cambiará, os diga lo que os diga vuestra razón.

El primer paso es reconocer el hecho de que vuestros estados de ánimo cambian.

El siguiente es asegurarse de que, si habéis aceptado el cristianismo, algunas de sus principales doctrinas serán expuestas a vuestra mente todos los días.

De ahí que las oraciones diarias, las lecturas religiosas y el acudir a la iglesia son partes necesarias de la vida cristiana.

Se nos tiene que recordar continuamente aquello en lo que creemos.

Ni esta creencia ni ninguna otra permanecerá automáticamente viva en la mente.

Debe ser alimentada.

Fin

Fuente: C.S. Lewis, Mero cristianismo