El testimonio de los sacerdotes en mi camino hacia el catolicismo

 

Un joven metodista, tras una lenta investigación sobre el celibato de Cristo, encuentra su vocación al sacerdocio católico, después de convertirse. Para ello resultó decisiva la ayuda y el testimonio de varios sacerdotes.

Por Andrew McNair, L.C.

Recuerdo que, siendo niño, miraba fijamente a un sacerdote en un supermercado. Mi conciencia me decía: "No te quedes mirando a la gente, Andy, es de mala educación". Y sin embargo, no podía contenerme. Él sobresalía, con su traje negro y cuello romano. Nadie más en el pueblo vestía de esa manera, ni siquiera mi pastor de la iglesia metodista.

El sacerdote me miró, moviendo la cabeza y me saludó. Esto me impresiono muchísimo: después de todo, él era un representante de Dios. Fue esta misma imborrable imagen la que, muchos años más tarde, me motivó a desistir de la idea de hacerme un ministro metodista, para convertirme en un sacerdote católico.

Este encuentro puso mi mente joven en acción. Me llamaba la atención el hecho de que los sacerdotes no contraigan matrimonio; esto los singulariza. Los ministros metodistas tienen esposa, también la tienen los bautistas, los presbiterianos, los luteranos, y todos los demás pastores de las comunidades cristianas en mi localidad de Carolina del Norte. ¿Y los sacerdotes católicos? ¿Por qué son diferentes? ¿Por qué no tienen esposa como todos los demás? Debe haber una razón.

Dios se encargó de aclarar mis inquietudes durante una clase dominical en mi iglesia metodista. Nuestra profesora nos dijo que si teníamos alguna pregunta sobre la vida de Jesús. Yo levanté la mano y pregunté, "¿Por qué nunca se casó Jesús?". La maestra se quedó en silenció, perpleja. Después de unos momentos me dijo, "Jesús nunca se casó porque quería dedicar todo su tiempo y energía al servicio de Dios Padre con un corazón sin divisiones. Si Jesús hubiera tenido una esposa y unos hijos, cómo hubiera podido dedicar su tiempo a servir a Dios y a los demás?".

¡Eso es! "Los sacerdotes católicos son como Jesús, -pensé. Esta debe ser la razón por la que no se casan". Me parecía una buena explicación. La profesora de la escuela dominical me dio una respuesta demasiado buena. Nunca se iba a imaginar cuánto me impulsó hacia la Iglesia Católica y hacia el sacerdocio. Por supuesto, yo nunca se lo dije.

Entonces me surgió otra pregunta: ¿Los ritos católicos del domingo son similares a los ritos metodistas? La curiosidad me venció. Decidí acudir a uno de mis mejores amigos del colegio, que era católico. Un día le comencé a hacer una serie de preguntas durante la comida: "Oye John, ¿cómo celebran sus ritos del Domingo los católicos?". John me miró extrañado mientras se comía su Big Mac. Con sus casi dos metros de altura y cien kilos de peso, John, jugador de fútbol americano, no estaba acostumbrado a responder a preguntas sobre religión. Con la boca medio llena, me dijo: "Pues, el Padre celebra la Misa".

- "¿Misa?" Repliqué.
- "Si. Misa. Así le llamamos".
- "¿Hay muchos cantos y predicaciones?"
- "No. Todo se acaba en menos de una hora".
- "Me gustaría ir a una Iglesia católica algún día para ver de que se trata". Creo que John se dio cuenta de lo que pretendía.
- "Si tu quieres. Andy, puedes venir conmigo a la Misa del próximo Domingo, no hay problema".

A pesar de que ya han pasado bastantes años desde que asistí a esa primera Misa con John, recuerdo muy bien que lo que más me impresionó fue la manera en que el sacerdote rezaba las palabras de la consagración del pan y el vino. Rezaba lentamente, con reverencia e intensidad. No sé porqué pero, cuando el sacerdote decía: "Tomad y comed todos de él. Esto es mi cuerpo", sentí que lo que decía tenía que ser verdad. ¿Por qué? El sacerdote parecía totalmente convencido e identificado con lo que decía y con lo que hacia. Esa es la única explicación que puedo dar del fervor que sentí durante esa Misa. ¡Cuántas ganas tenía de recibir la Comunión ese domingo! Pero no podía. Antes de entrar, John me había dicho que solo los católicos podían recibir la Santa Comunión. Después de la Misa, no sólo quería recibir la Comunión, sino que también quería ser como el sacerdote que había visto.

Este deseo me motivó a estudiar el Catolicismo, y cuanto más estudiaba, más me sentía atraído hacia el sacerdocio. Cierto día, leyendo en una revista un articulo sobre un obispo converso a la fe católica, pensé: ¿Y por qué no escribirle? En mi carta le expliqué mi situación y le pregunté cómo un metodista podía llegar a ser sacerdote católico. Para mi sorpresa, él me respondió muy pronto. "Para ser sacerdote tienes que ser antes católico", escribía el obispo.

Y continuaba: "Ser un sacerdote significa vivir como Jesucristo, esto es, rezar como Jesucristo, sacrificarse como Jesucristo, y hacer la voluntad de Dios como Jesucristo. Pero sobre todo el sacerdocio significa dar su cuerpo y la sangre de Jesucristo a los demás. Nadie puede hacer esto a no ser un sacerdote. Yo tuve que recorrer un largo camino para llegar al sacerdocio pero valió la pena el sacrificio". Esta carta me convenció a dar el gran paso hacia mi conversión al Catolicismo y hacia el sacerdocio. La vi corno una luz verde de parte de Dios.

Unas semanas antes de irme al seminario, uno de mis amigos me acusó de tener una imagen idealista e irreal del sacerdote. Me pregunto,"¿Oye Andy, por qué quieres ser sacerdote cuando hay tantos sacerdotes que abandonan su sacerdocio y dan mal ejemplo?" Respondí: "porque los sacerdotes no son el sacerdocio; los sacerdotes son ordenados para vivir el sacerdocio que viene de Cristo. Los sacerdotes tienen que trabajar para ser santos a través de la oración y el sacrificio como todos los demás. No tienen una santidad innata". Al final de la conversación lo único que me dijo fue: "Espero que no te arrepientas mas tarde".

Once años después, puedo decir que no me he arrepentido de nada. Mi largo camino de la Iglesia metodista al sacerdocio se acerca a su fin. Así como el camino estrecho del evangelio, este camino no ha sido fácil. Pero al mismo tiempo nunca he sido más feliz, porque ser sacerdote significa vivir como Jesucristo, el primer sacerdote.

Tomado de la Revista «Sacerdos» Octubre-Diciembre de 1996


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