Hace casi treinta años que no me confieso

Era una tarde muy calurosa de julio. Por la puerta de la iglesia salía un chorro de aire fresco con olor a limpio

El sacristán había puesto un disco con música gregoriana.

Miro el reloj de mi muñeca y trato de apurar hasta el último minuto con los jóvenes antes de ir al confesionario. Soy un vicario parroquial.

Entro en el templo un tanto contrariado y con poco humor: me ha costado dejar el ambiente de la sala de juegos del centro juvenil, pero es mi hora de confesiones y debo obedecer a mi párroco y seguir el programa que me dejó cuando se fue de vacaciones.

Estoy en el confesionario disipado, desganado y distraído mirando a los turistas que entran en el templo. Desde hace unos minutos juego a seguir a una persona que ha entrado. Pasea por el templo mirando todo y sin fijarse en nada. Da una vuelta al ábside. Llega cerca de mí, le miro. Se nos cruzan las miradas. Esbozo una sonrisa de disimulo. Sigue paseando. Se sienta en un banco cualquiera en medio de la nave. Respira profundamente y luego pasa un rato en silencio. Se arrodilla. Me mira. Mete la cabeza entre sus manos. Silencio. Se oye el gregoriano. Pasa otro rato. Se levanta. Viene hacia mí. Se arrodilla delante:

- Ave María Purísima.

- Sin pecado concebida.

- Padre, hace casi treinta años que no me confieso y...

- ¡Un momento!... ¡casi treinta años!... ¿por qué viene hoy?

- Pues, verá... verá, padre... porque le miré a usted y su rostro me dio confianza.

Me quedo como traspuesto ante la evidencia de la gracia divina...

¡Dios mío, pero si yo estaba jugando, distraído, contrariado y deseando que pasara la hora! ¡Ni siquiera había hecho oración ni era consciente de estar en la presencia de Dios! Sólo esperaba que viniera alguna anciana solitaria a decir que «no tiene pecados».

- Y... ¿lo de entrar en la iglesia? ¿por qué entró?

- Pues verá: yo paso cada día dos veces por delante de la puerta. Alguna vez he pensado entrar, pero las prisas, las ganas de llegar a casa... Hoy, al pasar, oí la música, me acerqué a la puerta. Salía un chorro de aire fresco con olor a limpio muy agradable... ¡y afuera hace tanto bochorno! Luego dentro... he sentido algo... no sé... pero... ¡Padre, he sentido Amor... no lo sé explicar! Luego le he mirado a usted y usted me sonrió.

Ahora nos reímos juntos.

Hizo una buena descarga de toda su vida. ¡Una auténtica conversión! Charlamos un buen rato. Se echó a llorar y yo también: lloramos juntos ante la Misericordia de Dios. Reímos y lloramos... varias veces.

«...y yo te absuelvo de tus pecados en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu...»

Señor, ¡cómo te vales de herramientas tan inútiles! ¡Yo no había hecho nada para que esto sucediera! Es más, con mi mala disposición se diría que lo estaba impidiendo, que no podía suceder. Y Tú rompiste mi rutina y mi desidia... ¡y jugaste conmigo!

Llegó el domingo. Antes de la misa estoy de nuevo en el confesionario. Los penitentes van pasando uno tras otro. Hoy no hay tiempo para la distracción. De pronto se me arrodilla delante otra vez.

- Ave María Purísima.

- Sin pecado concebida.

- Padre hace dos días...

Nos saludamos como amigos de varios años.

- Padre, he traído a mi familia, quieren confesarse, trátelos bien.

Atanasio Serrano García, SDB
Madrid (España)
100 historias en blanco y negro


Enviar comentarios

 

 

Espíritu Santo Iglesia Jesucristo Juan Pablo II Magisterio de la Iglesia Misa Romano Pontífice Virgen aborto abuso adicción adoración afectividad agnosticismo alegría amar amistad amor amor a Dios amor de Dios ansiedad anticoncepción apostolado arrepentimiento atentado ateísmo autenticidad avaricia ayuno bautismo bioética budismo calumnia cancer caridad cariño carácter castidad catequesis catástrofe celibato cielo ciencia ciudadanía clonación coherencia comprensión compromiso comunicación comunismo comunión de los santos comunión sacramental conciencia confesión confianza conocimiento propio consejo contemplación conversión convivencia corredentores corrupción creación creer crisis cruz cuaresma cuidados paliativos cultura curación deber debilidad humana demonio depresión descanso desprendimiento dificultades dignidad dirección espiritual divorcio dolor drogas educación egoísmo ejemplaridad embriones enfermedad entrega esperanza estudios eternidad eucaristía eutanasia evangelio evangelización evolución examen de conciencia existencia de Dios exorcismo expectativas familia fe fecundidad felicidad feminismo formación doctrinal fortaleza fracaso generosidad género hedonismo heroísmo heterosexualidad hijos hinduísmo humildad in vitro infancia injusticia intelectual intolerancia islam judaísmo justicia laicos libertad limosna lucha ascética mal mansedumbre martirio masonería materialismo matrimonio milagro misericordia divina moda moral cristiana muerte música noviazgo obras misericordia odio olvido de sí optimismo oración paciencia paz pecado penitencia perdón pereza persecución pesimismo piedad pobreza política pornografía presencia de Dios protestantismo providencia divina psicología recogimiento redención regreso católico relativismo responsabilidad sabiduría sacerdote sacramentos sagrada escritura santidad secuestro sentido vida serenidad servicio sexualidad sida silencio sinceridad soberbia sociedad civil soledad tecnología temor de Dios templanza teología tolerancia trabajo trinidad tristeza unción de enfermos unidad valentía verdad vida interior vida religiosa vientres de alquiler violación violencia virginidad virtudes vocación voluntad voluntad de Dios xenofobia yoga