La Eucaristía tuvo un papel decisivo en mi conversión

 

Rianne Spoon, holandesa de 22 años y estudiante de medicina, ha sido recibida en la Iglesia Católica el pasado 12 de diciembre, en el trascurso de una Misa solemne que tuvo lugar en la catedral de Sta. Catalina de Utrecht.

Fui a Utrecht para comenzar la universidad. Quería estudiar medicina. Necesitaba una residencia donde vivir y fui a parar a Hogeland, conocida por su clara inspiración católica. Yo había sido educada con la idea de que la fe católica era una doctrina errónea, por eso me pregunté si era razonable que fuera a vivir a Hogeland. Cosas de la juventud, elegí la ventaja de la duda y descubrí muy pronto que las cosas no eran como me las había imaginado. Encontré un ambiente de gran libertad y respeto.

Hace año y medio una compañera universitaria se convirtió y eso me hizo pensar mucho. Me daba cuenta de que creíamos en el mismo Dios. A pesar de tener una fuerte sensación de unidad con la fe católica, había dos puntos de desunión: la Eucaristía y la  manera de ver a María, la Madre de Dios. Después de un período de estudio sobre estos y otros temas, decidí hacer la profesión de fe en la comunidad protestante a la que pertenece mi familia, aunque tuviese dificultades con algunos puntos, entre otros por el modo como veían a la Iglesia Católica.

Esta decisión de no seguir buscando y dejarlo todo en manos de Dios no me dio la paz. Las dudas no se me iban de la cabeza y estaba intranquila. En la residencia Hogeland hay un oratorio, donde muchas estudiantes van a rezar o asisten a la Misa que un sacerdote del Opus Dei celebra todos los días.

Recuerdo que no podía pasar junto al oratorio sin sentir la necesidad de entrar. Es difícil explicar los sentimientos. En la situación en la que me encontraba, me daba cuenta de que si me decidía a entrar en el oratorio y me arrodillaba ante Su Presencia en el sagrario, no podría continuar siendo protestante. Por el momento no quería comprometerme a hacerlo: no tenía la motivación ni la seguridad de poder tomar esa decisión. No quería desobedecer ni a mi comunidad cristiana ni a mi familia, así que decidí dejar pasar el tiempo con la esperanza de que todos mis "problemas" desaparecieran.

"Dios no se cansa de esperar"

Después vino la Navidad y la claridad que esperaba encontrar en este tiempo de felicidad y descanso no se produjo. La lectura de un pasaje del libro "Por fin en casa", de Henri Nouwen, me volvió a dar esperanza. Me hizo mucho bien leer que Dios nos quiere infinitamente, tanto que no desea de nosotros un amor obligado, sino libre. Él sabe esperar. No se cansa de esperar.

Pero lo que jugó un papel decisivo en mi conversión fue la Eucaristía. Tenía envidia de la gente que iba todos los días a Misa. No podía imaginarme mi vida como católica sin ir diariamente a Misa. También fue importante, sin duda, encontrar en el Papa la figura de un padre, y ver brillar el rostro de Cristo en los sacerdotes y en los católicos que he conocido.

Echando la vista atrás, no deja de sorprenderme cómo Dios ha actuado conmigo. Por un lado, porque la mayor parte de la fe católica la he aprendido tomándome un vaso de chocolate caliente con mi amiga Agnes. Por otro lado, y reflexionando en serio, porque he comprobado en mi propia piel que Cristo vive. Si escribo estas cosas es sólo para compartir mi agradecimiento. Como dice un sacerdote que me ha ayudado en este camino hacia la fe plena, "no sólo debo estar agradecida por lo que yo he recibido, sino por lo que a partir de ahora puedo significar para otros, si soy fiel".

Hogeland es una residencia para universitarias de Utrecht, en la que las actividades de formación espiritual están encomendadas a la Prelatura del Opus Dei.

Fuente: www.opusdei.org


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