Una mujer normal

 

"Como el sacerdote puede tocar a Jesús, así nosotros los médicos tocamos a Jesús en el cuerpo de nuestros enfermos". Con estas palabras, Gianna Beretta expresaba la grandeza de una vida corriente, al mismo tiempo que se sentía llamada por Dios para amarle en el ejercicio de su profesión. Y ese amor a Dios le llevó a sacrificar su vida para salvar a la niña que llevaba en su vientre.

En su cuarto embarazo se le descubrió a Gianna un gran fibroma en el útero, cuya curación requería una complicada operación quirúrgica. Ella, como médico pediatra que era, conocía muy bien el tipo de operación al que se debía someter. Sabía que si quería salvar su vida, la del bebé podría correr peligro, así que pidió una operación que asegurase ante todo la vida de la criatura. "No se preocupe por mí -dijo al cirujano que la iba a operar y que le manifestaba el peligro al que se exponía si continuaba con el embarazo- basta que le vaya bien al niño".

Su marido, el ingeniero Pietro Molla, recordará: "Jamás creí estar viviendo con una santa. Era feliz, amaba a su familia, amaba su profesión de médico, también amaba su casa, la música, las montañas, las flores y todas las cosas bellas que Dios nos ha dado. Siempre me pareció una mujer completamente normal'.

Gianna Beretta Molla, hija de padres profundamente cristianos, nació en Magenta el cuatro de octubre de 1922. Era la décima de trece hijos, de los cuales cinco murieron a corta edad. Creció serena siguiendo el ejemplo cristiano de sus padres, quienes daban testimonio diario de su fe al participar en la Santa Misa todas las mañanas. Aprendió piano y entre sus aficiones se encontraban la música, la pintura y las excursiones a la montaña.

Durante todo su periodo universitario, primero estudiando medicina en Milán y luego en Pavía donde se especializó en pediatría, buscó qué proyecto tenía Dios para ella, al mismo tiempo que se preguntaba cómo y dónde ayudar al prójimo. Su hermana, sor Virginia, monja canosiana, cuenta que por aquel entonces "comenzó a estudiar portugués, porque deseaba ir a trabajar con mi hermano Alberto, sacerdote, a Brasil'. Vivió algunos años en la incertidumbre de saber cuál sería su vocación. Después, con los consejos de su director espiritual, comprendió que la voluntad de Dios para ella estaba en que formase una familia santa, por lo que decidió casarse con Pietro.

La alegría de dar hijos al mundo y a la Iglesia es la nueva misión que Gianna recibe en el matrimonio. Diez días antes de casarse, el 13 de septiembre de 1955, escribe: "Nos transformamos en colaboradores de Dios en la creación; podemos, así, dar hijos a Dios para que le sirvan y le amen". Entre noviembre de 1956 y julio de 1959 nacen Pierluigi, María Zita y Laura María.

Cuando queda embarazada por cuarta vez y ante la aparición del tumor, fidelísima a sus principios morales y religiosos, dispuso sin dudar —explica su marido- que el cirujano se ocupase primero de salvar la vida a la criatura. El 21 de abril de 1962 da a luz a Gianna Emanuella. Después de una semana y con una infección generalizada muere en su casa de Ponte Nuovo repitiendo las palabras: "Jesús te amo, Jesús te amo".

Gianna Beretta, beatificada el 24 de abril de 1994 por Juan Pablo II, será canonizada el próximo 16 de mayo después de haberse reconocido un milagro atribuido a su intercesión en la persona de Elisabete Arcolino. Elisabete es una brasileña que en su tercer embarazo empezó a experimentar serios problemas. De hecho, en el tercer mes, la joven madre perdió totalmente el líquido amniótico. El feto, sin esta protección natural, debía haber perdido la vida. Elisabete y su marido, sin embargo, decidieron acudir a la intercesión de Gianna Baretta. Sin explicación científica, en mayo de 2000 nació una preciosa niña.


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